viernes, 7 de noviembre de 2014

Mar de Aral, crónica de una muerte anunciada

Los negacionistas del cambio climático y otras catástrofes provocadas por la irresponsabilidad humana suelen decir, entre otros argumentos, que la actividad del hombre es insignificante como para provocar catástrofes a escala mundial. Hoy presento una prueba de lo contrario: la desecación del Mar de Aral (entre Kazajstán y Uzbekistán) por la irresponsabilidad humana.
La línea amarilla de la foto representa aproximadamente la línea de costa del Aral en los años 70. La foto es de agosto de 2008 y fue tomada por un satélite de la NASA: sólo las áreas oscuras contienen agua en la actualidad. Una cantidad ridícula respecto a hace tan solo tres décadas, cuando el Aral era el cuarto mar interior más grande sobre la Tierra (tan grande como la República de Irlanda, con unos 70.000 km2).
Hoy en día, el agua cubre sólo un 10% de la superficie original, y el Mar de Aral ya se considera un cadáver geográfico. Kazajstán inició hace cuatro años un programa de recuperación de la parte norte (el “Pequeño Aral”, en la parte superior de la imagen) mediante la construcción de una presa. No es ni sombra de lo que fue el Aral, pero al menos se ha conseguido subir el nivel de las aguas y comienza a resurgir tímidamente la pesca. A costa, claro, de condenar el resto del antiguo mar.
Pero, ¿cómo fue posible esta catástrofe? Ya en 1918 las autoridades soviéticas decidieron que los dos ríos tributarios del Aral (Amu Darya y Syr Darya) tenían caudal suficiente como para convertir extensas áreas desérticas en regadíos. Las autoridades soviéticas pensaban sobre todo en el algodón.
Durante décadas, se construyeron grandes redes de canales para los regadíos. La mayoría del agua se perdía por evaporación o fugas por la mala construcción de estos canales. A pesar de semejante despilfarro, las autoridades soviéticas consiguieron convertir algunas de sus repúblicas (especialmente Uzbekistán) en grandes productores de algodón.
El coste a pagar fue elevadísimo: la muerte del Aral. En realidad las autoridades soviéticas sabían las consecuencias de sus actos. Lo asumieron como un mal necesario. Y evidentemente, en la URSS nadie en su sano juicio osaba levantar la voz contra el Politburó y los planes quinquenales.
La línea de costa se fue alejando de las antiguas ciudades portuarias. Los barcos quedaban varados en el secano, la pesca desaparecía debido al aumento de la concentración de sal, y todo un ecosistema quedaba prácticamente extinguido. Esto se empezó a notar en el clima: cada vez más seco y extremo debido a la pérdida del efecto moderador del agua.
Desde finales de los años 1980 el proceso se aceleró de forma espectacular. Al depositarse el agua cada vez más salina en el fondo, la evaporación afectaba solo a las capas superiores, lo que hacía aún más efectiva la acción solar. En 1987 el mar se dividió en dos, y en 1999 el nivel del agua quedó por debajo del canal artificial que unía ambas partes.
Lo que ha quedado ahora en el lecho reseco es el llamado Aralkum, un desierto inhóspito y estéril. El polvo que cubre la zona es muy salino (resultante de la evaporacion del agua marina) y tiene gran cantidad de sustancias tóxicas procedentes de los vertidos industriales que se realizaron durante décadas, y de las pruebas de armamento químico realizadas por el ejército soviético.
Las fuertes corrientes de viento de la zona llevan este polvo tóxico a lugares insospechados. Se han encontrado restos de polvo del Aral en lugares como Groenlandia, Noruega e incluso la Antártida.
A todos los que subestimais el poder destructivo del ser humano, espero que la historia del Mar de Aral os sirva para reflexionar sobre ello. Un lago del tamaño de Irlanda convertido en desierto.

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