viernes, 28 de noviembre de 2014

Confirmado: el ADN sobrevive en el espacio

Moléculas de ADN fijadas al exterior de un cohete viajaron al espacio y volvieron a entrar en la atmósfera intactas y sin ningún daño

Varias probetas con moléculas de ADN, fijadas a la capa exterior de un cohete, consiguieron sobrevivir en el espacio y, lo que es más sorprendente, también a la reentrada en la atmósfera, una maniobra durante la cual la temperatura se dispara a causa de la fricción con el aire.

Pero los hechos son tozudos. Tras el lanzamiento, el vuelo espacial, la reentrada en la atmósfera terrestre y el posterior aterrizaje, las moléculas de ADN seguían intactas, en el mismo lugar del cohete al que habían sido fijadas. Y no fue esa la única sorpresa: la inmensa mayor parte de las moléculas supervivientes aún eran capaces de transmitir información genética a bacterias y células de diferentes tejidos.
"Este estudio -asegura Oliver Ulrich, del Instituto de Anatomía de la Universidad de Zurich y director de la investigación- aporta pruebas de que la información genética del ADN es esencialmente capaz de sobrevivir en las extremas condiciones del espacio y la reentrada en la densa atmósfera de la Tierra".
El experimento, llamado DARE (DNA atmospheric re-entry experiment) surgió de forma espontánea durante la misión TEXUS-49. Durante la misma, los científicos de la Universidad de Zurich realizaban experimentos para estudiar el papel de la gravedad en el proceso de regulación de la expresión de genes en células humanas. Para ello utilizaban un hardware instalado dentro del cohete y que manejaban por control remoto.
Durante los preparativos de la misión, los investigadores empezaron a especular sobre la posibilidad de que la estructura externa del cohete resultara adecuada para llevar a cabo pruebas biológicas. El concreto, análisis de biofirmas, sustancias que proporcionan evidencias científicas sobre la vida.
"Las biofirmas son moléculas que pueden probar la existencia de vida extraterrestre pasada o presente", explica Cora Thiel, coautora del estudio. Así que los investigadores decidieron lanzar una segunda misión, más pequeña, desde la estación europea de cohetes Esrange en Kiruna, al norte del circulo polar ártico.

«Quedamos atónitos»

Se suponía que el experimento, concebido a toda prisa, sería un pretexto para examinar la estabilidad de las biofirmas durante un vuelo espacial y la reentrada en la atmósfera. De forma que ni Thiel ni Ulrich se esperaban los resultados que pudieron observar: "Quedamos totalmente atónitos de encontrar la mayor parte del ADN intacto y funcional", afirma Thiel. Lo cual demuestra que la información genética que guarda el ADN puede sobrevivir incluso en las condiciones más duras y extremas.
Muchos científicos creen que el ADN pudo llegar a la Tierra desde el espacio exterior, a bordo de materiales extraterrestres como polvo o meteoritos, de los que nuestro planeta recibe unas cien toneladas diarias. Esta extraordinaria estabilidad del ADN bajo las condiciones del espacio puede resultar, también, de la máxima utilidad a la hora de interpretar los resultados de los varios experimentos que buscan signos de vida más allá de la Tierra.
"Nuestros resultados -afirma Ulrich- demuestran que no resulta improbable que, a pesar de todas las precauciones y medidas de seguridad, nuestras naves espaciales estén transportando ADN terrestre hasta sus lugares de aterrizaje. Debemos tener esto en cuenta para no equivocarnos en nuestra búsqueda de vida extraterrestre".

viernes, 21 de noviembre de 2014

Científicos crean fantasmas en un laboratorio

Científicos suizos simulan la sensación de ser observados y tocados por un fantasma con un experimento que busca demostrar que sólo son fruto de nuestra imaginación.


La Escuela Escuela Politécnica Federal de Lausan, Suiza, ideó un experimento en el que una serie de voluntarios con los ojos tapados controlaban un brazo robótico con un dedo.


Al principio las personas y el robot funcionaban sincronizados y experimentaban la sensación de tocar su propia espalda. Luego, se retrasaron los movimientos del robot y los voluntarios llegaron a sentir hasta a 4 presencias a su alrededor y sentían que el brazo robótico que les tocaba era un fantasma.

Un voluntario sentía como lo observaban y tocaban, los otros dos se sintieron muy incómodos y pidieron parar el experimento.

Se considera de que este experimento es una prueba de que los fantasmas o presencias surgen cuando el cerebro se confunde y por un momento, este olvida su posición en ese momento. Esto puede pasar por el estrés, enfermedad o pena, o en situaciones de esfuerzo intenso. 

Adjunto vídeo de este experimento:


Adjunto link de la noticia en la que encontré la información:

viernes, 14 de noviembre de 2014

Las erupciones volcánicas pequeñas pueden frenar el calentamiento global


Científicos saben que los volcanes pueden enfriar la atmósfera gracias al dióxido de azufre que se expulsa en las erupciones. El ácido sulfúrico que se forma cuando el dióxido de azufre se combina con el oxígeno en la atmósfera permanecen el ella muchos meses, reflejando hacia fuera la luz del Sol que llega a la Tierra, y reduciendo el calor. Sin embargo, investigaciones previas sugerían que las erupciones pequeñas (las que se encuentran en la parte inferior de la escala en la que se valora la "explosividad" de un volcán), no ayudan a este fenómeno de enfriamiento


Ahora, nuevas investigaciones desde el suelo, desde el aire y desde satélites, hechas por científicos del Instituto de Óptica Atmosférica, dependiente de la Academia Rusa de Ciencias en Tomsk, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Cambridge, Estados Unidos, y otras instituciones de diferentes países, nos indican que las pequeñas erupciones volcánicas que hubo entre el 2000 y el 2013 han desviado hacia el espacio casi el doble de la radiación solar que se estimó que iba a entrar.

Al rechazar de vuelta al espacio esa energía solar, el ácido sulfúrico de estas erupciones recientes podrían haber amortiguado el calentamiento desde el año 2000, según el nuevo estudio realizado por el equipo de David Ridley, del MIT.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Mar de Aral, crónica de una muerte anunciada

Los negacionistas del cambio climático y otras catástrofes provocadas por la irresponsabilidad humana suelen decir, entre otros argumentos, que la actividad del hombre es insignificante como para provocar catástrofes a escala mundial. Hoy presento una prueba de lo contrario: la desecación del Mar de Aral (entre Kazajstán y Uzbekistán) por la irresponsabilidad humana.
La línea amarilla de la foto representa aproximadamente la línea de costa del Aral en los años 70. La foto es de agosto de 2008 y fue tomada por un satélite de la NASA: sólo las áreas oscuras contienen agua en la actualidad. Una cantidad ridícula respecto a hace tan solo tres décadas, cuando el Aral era el cuarto mar interior más grande sobre la Tierra (tan grande como la República de Irlanda, con unos 70.000 km2).
Hoy en día, el agua cubre sólo un 10% de la superficie original, y el Mar de Aral ya se considera un cadáver geográfico. Kazajstán inició hace cuatro años un programa de recuperación de la parte norte (el “Pequeño Aral”, en la parte superior de la imagen) mediante la construcción de una presa. No es ni sombra de lo que fue el Aral, pero al menos se ha conseguido subir el nivel de las aguas y comienza a resurgir tímidamente la pesca. A costa, claro, de condenar el resto del antiguo mar.
Pero, ¿cómo fue posible esta catástrofe? Ya en 1918 las autoridades soviéticas decidieron que los dos ríos tributarios del Aral (Amu Darya y Syr Darya) tenían caudal suficiente como para convertir extensas áreas desérticas en regadíos. Las autoridades soviéticas pensaban sobre todo en el algodón.
Durante décadas, se construyeron grandes redes de canales para los regadíos. La mayoría del agua se perdía por evaporación o fugas por la mala construcción de estos canales. A pesar de semejante despilfarro, las autoridades soviéticas consiguieron convertir algunas de sus repúblicas (especialmente Uzbekistán) en grandes productores de algodón.
El coste a pagar fue elevadísimo: la muerte del Aral. En realidad las autoridades soviéticas sabían las consecuencias de sus actos. Lo asumieron como un mal necesario. Y evidentemente, en la URSS nadie en su sano juicio osaba levantar la voz contra el Politburó y los planes quinquenales.
La línea de costa se fue alejando de las antiguas ciudades portuarias. Los barcos quedaban varados en el secano, la pesca desaparecía debido al aumento de la concentración de sal, y todo un ecosistema quedaba prácticamente extinguido. Esto se empezó a notar en el clima: cada vez más seco y extremo debido a la pérdida del efecto moderador del agua.
Desde finales de los años 1980 el proceso se aceleró de forma espectacular. Al depositarse el agua cada vez más salina en el fondo, la evaporación afectaba solo a las capas superiores, lo que hacía aún más efectiva la acción solar. En 1987 el mar se dividió en dos, y en 1999 el nivel del agua quedó por debajo del canal artificial que unía ambas partes.
Lo que ha quedado ahora en el lecho reseco es el llamado Aralkum, un desierto inhóspito y estéril. El polvo que cubre la zona es muy salino (resultante de la evaporacion del agua marina) y tiene gran cantidad de sustancias tóxicas procedentes de los vertidos industriales que se realizaron durante décadas, y de las pruebas de armamento químico realizadas por el ejército soviético.
Las fuertes corrientes de viento de la zona llevan este polvo tóxico a lugares insospechados. Se han encontrado restos de polvo del Aral en lugares como Groenlandia, Noruega e incluso la Antártida.
A todos los que subestimais el poder destructivo del ser humano, espero que la historia del Mar de Aral os sirva para reflexionar sobre ello. Un lago del tamaño de Irlanda convertido en desierto.